Cuba, esa pequeña islita del Caribe, pero
la mayor de las Antillas, tuvo una reina que nos dejó hace quince años. Su
nombre: Celia Cruz, la Reina de la salsa.
A los cubanos que nacimos después de 1959, se
nos privó de su voz, de su manera única de hacer la música y de su
autenticidad.
La descubrí a finales de los años 70, gracias a mi padre quien viajó a
España en dos ocasiones por razones de trabajo, y trajo consigo un cassette con los éxitos de Celia Cruz. Sin embargo, siempre había oído hablar de ella. Que
cubano no la conocía al menos de nombre? Cuando era pequeño existía en Cuba
otra cantante que se parecía mucho a Celia fisicamente, ella era Caridad
Cuervo, pero todos decían que le faltaba mucho para llegar a su nivel .
Aquel cassette se escuchaba bajito en casa,
se ponía durante las fiestas, o se bailaba solo con su voz al ritmo del
Quimbara quimbara, Bemba colora, El yerberito, y tantas otras. Celia me sonaba tan cubana, tan real como
cualquier cubana del barrio Lawton donde yo vivía en La Habana.
A pesar que por razones políticas las
autoridades cubanas trataron de borrarla del mapa, como hicieron con tantos
artistas, que dejaron el país huyéndole a aquel experimento politico que devino,
en lo que todos conocemos hoy, Celia siguió siempre en lo mas silencioso,
profundo y sincero corazón de los cubanos. Una negra cubana, que triunfo en el
mundo entero, poniendo en alto el nombre y la bandera de Cuba, que tuvo un
entierro como lo que fue, una Reina adorada por todos. Eso no se lo pudieron
quitar, y al mundo tampoco su arte, su cubanía, su eterno Azúcar que nos endulzaba la vida de tantos universalmente.
Pero ahi están tus discos, tus videos y tu museo para inmortalizarte por siempre y seguir venerándote como lo que fuiste, una autentica Reina.
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