Corría el ano 1989 y yo había acabado de entrar en la Escuela de Derecho de la Universidad de la Habana. Fue el año de la caída del muro de Berlín, y a partir de ahí se desataron los acontecimientos que nos cambiaron la vida para siempre.
Era usual que nos convocaran casi a diario a marchas, reuniones, mitines, y mas teques políticos, hasta un bendito día en que decidí dejarlo todo, entregar aquel honroso carnet de la juventud comunista, en el tercer ano de la carrera, luego de varias sanciones por negarme a hacer guardias vigilantes en la Universidad. De cualquier manera, en el futuro, otra nueva sanción pronto seria parte de mi récord, porque yo me negué a firmar para alistarme en el grupo de Brigadas de Respuesta Rápida de la Facultad. Tales brigadas eran una especie de escuadrón represor que debían golpear y humillar a cualquiera que expresara criterios en contra del gobierno. Eran tiempos muy convulsos. De la Facultad de Artes y Letras, Biología, o Matemáticas, se oían siempre historias de revueltas, volantes tirados con propaganda anti gubernamental con exigencia de mas espacio para la libertad y la democracia. Una nefasta funcionaria del Comité Central del Partido Comunista se había reunido con los militantes para decirnos que si el momento de dar golpes llegaba, pues nosotros daríamos golpes como ellos hicieron al inicio de revolución contra los opositores, porque la Universidad pertenecía a los revolucionarios. Recuerdo como intercambie miradas con mis amigos más cercanos en descrédito de lo que habíamos oído en un lenguaje de silencio y desaprobación. Al menos para mi ese momento nunca llegó, porque me liberé antes, y fue como sacarme un gran peso de encima.
Pero en aquel año 1989, en una manana creo de diciembre, nos convocaron a todos a la entrada de la Facultad de Derecho, especialmente a los estudiantes de primer año,y nos dijeron que íbamos a marchar para protestar frente a la Oficina de Intereses de los Estados Unidos, contra la invasión de ese país a Panamá. Otro día mas para perder clases. No imaginaba que la Universidad funcionaba de esa manera, pero en fin, era un nuevo mundo para todos. La Presidenta de la FEU (Federación de Estudiantes Universitarios) de la facultad, era muy gritona, como casi todos los dirigentes pasados, presentes y futuros) ,y su voz era la que mas se tenia que oír en aquel alboroto.
De repente, me ve y me dice- tu espejuelu, (yo usaba unos espejuelos horribles en aquella época), coje la bandera-! y me entrega la bandera cubana en las manos.
Y así bajé yo por aquellas célebres escalinatas abanderando el batallón de gritones detrás de mi, y mi imagen se vió en la TV nacional, y hasta en la prensa por algún fotógrafo que la captó. Aquí la conservo, y es hermosa, no me disgusta, porque la miro como preguntándole que hacíamos allí, si yo merecía llevarla conmigo, por qué me pesaba tanto si era mi bandera.Y no solo me pesaba por el hambre que pasaba en aquella época, no, me pesaba porque representaba Cuba, aquella Isla en peso,
como la llamo el gran Virgilio, y que aún me pesa tanto.
Días después, supimos que el General Manuel Noriega, se había refugiado en la sede del Vaticano, si mal no recuerdo. Nosotros habíamos perdido clases; el gobierno, la politiquería, la chusmeria, nos habían hecho ir a protestar frente al enemigo, y el presidente estaba escondido o refugiado mientras bombardeaban a su gente.
Allí empezó todo : mi desilusión, el desengaño y el hastió con aquella gran mentira. La película de Rafael Gil, no es nada comparado a nuestra historia y a nuestros cuentos que no son los de tía tata precisamente.
Pero ahí esta la historia, otros desquiciados también han sido adorados y seguidos por multitudes. Al menos nos queda el consuelo de no haber sido los únicos embaucados.
Hoy, veintiséis anos después, leo que el General ha sido juzgado y condenado varias veces, incluso por delito de trafico de drogas en Francia, Estados Unidos y su país, y ahora recientemente, enfrenta otros cargos por el asesinato de un opositor a su gobierno.
Por eso, a pesar de toda la hecatombe que vino a posteriori, guardo un feliz recuerdo, porque fue el ano del despertar para mí. Si no hubiera caído el muro en Berlín, y no se hubiesen precipitado los acontecimientos en la ex- URSS, todo seguiría igual; estuviéramos veintisietes años más tarde aún creyendo en La Grande Ilusión.
No sabía que me esperaría en aquel año de 1989. Solo tenía 18 años pero sabía que en la Universidad también cambiaría mi vida para siempre.
Era usual que nos convocaran casi a diario a marchas, reuniones, mitines, y mas teques políticos, hasta un bendito día en que decidí dejarlo todo, entregar aquel honroso carnet de la juventud comunista, en el tercer ano de la carrera, luego de varias sanciones por negarme a hacer guardias vigilantes en la Universidad. De cualquier manera, en el futuro, otra nueva sanción pronto seria parte de mi récord, porque yo me negué a firmar para alistarme en el grupo de Brigadas de Respuesta Rápida de la Facultad. Tales brigadas eran una especie de escuadrón represor que debían golpear y humillar a cualquiera que expresara criterios en contra del gobierno. Eran tiempos muy convulsos. De la Facultad de Artes y Letras, Biología, o Matemáticas, se oían siempre historias de revueltas, volantes tirados con propaganda anti gubernamental con exigencia de mas espacio para la libertad y la democracia. Una nefasta funcionaria del Comité Central del Partido Comunista se había reunido con los militantes para decirnos que si el momento de dar golpes llegaba, pues nosotros daríamos golpes como ellos hicieron al inicio de revolución contra los opositores, porque la Universidad pertenecía a los revolucionarios. Recuerdo como intercambie miradas con mis amigos más cercanos en descrédito de lo que habíamos oído en un lenguaje de silencio y desaprobación. Al menos para mi ese momento nunca llegó, porque me liberé antes, y fue como sacarme un gran peso de encima.
Pero en aquel año 1989, en una manana creo de diciembre, nos convocaron a todos a la entrada de la Facultad de Derecho, especialmente a los estudiantes de primer año,y nos dijeron que íbamos a marchar para protestar frente a la Oficina de Intereses de los Estados Unidos, contra la invasión de ese país a Panamá. Otro día mas para perder clases. No imaginaba que la Universidad funcionaba de esa manera, pero en fin, era un nuevo mundo para todos. La Presidenta de la FEU (Federación de Estudiantes Universitarios) de la facultad, era muy gritona, como casi todos los dirigentes pasados, presentes y futuros) ,y su voz era la que mas se tenia que oír en aquel alboroto.
De repente, me ve y me dice- tu espejuelu, (yo usaba unos espejuelos horribles en aquella época), coje la bandera-! y me entrega la bandera cubana en las manos.
Y así bajé yo por aquellas célebres escalinatas abanderando el batallón de gritones detrás de mi, y mi imagen se vió en la TV nacional, y hasta en la prensa por algún fotógrafo que la captó. Aquí la conservo, y es hermosa, no me disgusta, porque la miro como preguntándole que hacíamos allí, si yo merecía llevarla conmigo, por qué me pesaba tanto si era mi bandera.Y no solo me pesaba por el hambre que pasaba en aquella época, no, me pesaba porque representaba Cuba, aquella Isla en peso,
como la llamo el gran Virgilio, y que aún me pesa tanto.
Días después, supimos que el General Manuel Noriega, se había refugiado en la sede del Vaticano, si mal no recuerdo. Nosotros habíamos perdido clases; el gobierno, la politiquería, la chusmeria, nos habían hecho ir a protestar frente al enemigo, y el presidente estaba escondido o refugiado mientras bombardeaban a su gente.
Allí empezó todo : mi desilusión, el desengaño y el hastió con aquella gran mentira. La película de Rafael Gil, no es nada comparado a nuestra historia y a nuestros cuentos que no son los de tía tata precisamente.
Pero ahí esta la historia, otros desquiciados también han sido adorados y seguidos por multitudes. Al menos nos queda el consuelo de no haber sido los únicos embaucados.
Hoy, veintiséis anos después, leo que el General ha sido juzgado y condenado varias veces, incluso por delito de trafico de drogas en Francia, Estados Unidos y su país, y ahora recientemente, enfrenta otros cargos por el asesinato de un opositor a su gobierno.
Por eso, a pesar de toda la hecatombe que vino a posteriori, guardo un feliz recuerdo, porque fue el ano del despertar para mí. Si no hubiera caído el muro en Berlín, y no se hubiesen precipitado los acontecimientos en la ex- URSS, todo seguiría igual; estuviéramos veintisietes años más tarde aún creyendo en La Grande Ilusión.
No sabía que me esperaría en aquel año de 1989. Solo tenía 18 años pero sabía que en la Universidad también cambiaría mi vida para siempre.