viernes, 4 de enero de 2013

Visitando la Gran Manzana

Nueva York es una ciudad a la que, sin dudas, tenemos que ir al menos una vez en la vida. Nunca imaginé que me sorprendería tanto o que podría encontrar tanta belleza en ella. Soñaba  que caminaría por NYC con la cabeza buscando lo màs alto de los edificios, que sus calles serían un desfile de gigantes que tapaban al Sol.

Nueva York es algo màs. Cuando estas en esa ciudad, te pierdes, te sientes pequeño, insignificante entre tanta gente. Los newyorkinos corren, llevan la vida a un ritmo que no se corresponde con mi manera de disfrutar el día. Me quedaba parado en cada esquina, esperando el cambio de la luz del semáforo y ellos se lanzaban sin miedo a cruzar las vías de cuatro y ocho lineas. Eso es ser parte de Nueva York. A veces me sentía estúpido, inútil, pero me reconocía como diferente.
Pero en Nueva York la arquitectura es suprema. No creo que exista otra ciudad en el mundo con màs Art Deco en su arquitectura. Sus edificios son majestuosos, delineados y adornados con la belleza de ese movimiento, y eso bastó para enamorarme de la ciudad.
Caminaba  si,con la cabeza hacia arriba,  pero no para preguntarme como se las arreglaba el sol para filtrarse entre los altos muros, sino para buscar el pequeño detalle del friso o la cornisa, de la cariátide dibujada, del rostro sobre la piedra. Y es que el Art Deco es un movimiento tan futurista que perfectamente se adapta a la modernidad de esta ciudad diseñada para perdurar.

Times Square no es màs que una ilusión, es el lugar de la burbuja, para ir a sonar. La otra parte de la ciudad es la real. Y la vida cultural de la ciudad es inagotable. Eso es algo que tiene de símil con la Habana, con París. Porque cuando pienso en ciudades con ángeles  alrededor, tengo que incluirla para siempre en mi lista de brujas. Y para el reposo, el sosiego, te encuentras el Parque; aquel donde tantos habrán robado un poco del oxigeno destinado a limpiar esta ciudad. Y claro que tiene su gran parque, al que luego robamos e instalamos en el centro de la Habana o como los bosques de Bologne, sellos de las grandes ciudades embrujadas.

Hay un sentimiento extraño cuando se deja Nueva York. Sabes que tendrás que regresar porque atrás quedo algo de ti perdido que quieres recuperar, o es, quizás, el sentimiento de que otros extraños profanaran los lugares que creíste te pertenecerían para siempre, que morderán el pedazo de la manzana reservado para ti.

Alain Delon. Adios a los 88 .

  Mi amor por la lengua francesa comenzó siendo aun muy niño, y no es de extrañar , a través de una de las mas extraordinarias manifestacion...